El lunes, mientras entrenaba con mi equipo de voleibol, nuestra entrenadora dijo algo que me llamó significativamente la atención. Estábamos haciendo un ejercicio de remate y nosotras debíamos centrarnos en el movimiento que tenía que hacer el brazo para golpear el balón y hacer el ruido adecuado. La técnica del remate, al igual que la del saque, requiere que la mano esté colocada de una manera determinada para que la pelota “vuele” en la dirección correcta y no caiga fuera del campo, o en tu propio campo.
Fotografía: Ariel D. Bravy
Una de las cosas más características del remate es el sonido que se produce cuando el balón sale despedido. Si le das mal, el sonido es tan lamentable que produce hasta vergüenza en uno mismo; pero si le das bien… la sacudida provoca un ruido poderoso y casi autoritario que parece gritar: ¡aquí estoy yo!, y después te quedas tan a gusto.
Ese “PLASH” a mano abierta, es un segundo efímero pero cargado de energía en el que quien remata se dejan el alma, y la piel, porque puede significar un punto decisivo en el marcador. Verlo es realmente precioso, da la sensación de que, por unos instantes, el mundo se ha parado y el rematador o la rematadora se ha quedado suspendida en el aire.
Fotografía: Michael Kevin Daly
Como decía, mientras practicábamos el ejercicio, mis compañeras y yo, que realmente somos aprendices, produjimos una gran cantidad de sonidos “patéticos”. Entonces, nuestra entrenadora gritó: “Chicas, ¡vamos!, ¡que se note que está golpeando una mujer!” Al instante, todas nos echamos a reír, pero poco después me quedé pensando: ¿Por qué nos ha producido risa una exclamación como esa? ¿Por qué se nos hace tan raro escuchar que una mujer puede golpear con fuerza? ¿Acaso no hay mujeres fuertes? ¿Acaso nosotras no deberíamos aspirar a tener la fortaleza de una mujer y no la de un hombre?
Fotografía: Debi Hasky
En 2015, la marca femenina Always, lanzó una campaña con un poderoso mensaje: “Hacer las cosas -como una niña- (#LikeaGirl) no debería considerarse como algo negativo”. Asimismo, hacer las cosas “como una mujer” debería verse como algo positivo. Las mujeres no deberían sentirse inferiores por no hacer las cosas como los hombres, porque las mujeres no son hombres, y tampoco deberían aspirar a serlo.
Fotografía: Vía Pinterest
El lunes en el entrenamiento nos hizo gracia aquel grito a favor de las mujeres porque la sociedad patriarcal nos ha acostumbrado a ver la fuerza en el hombre y la debilidad en la mujer. Tanto nos hemos acostumbrado que hasta hace una semana ninguna mujer se había cuestionado el porqué de que el significado de “sexo débil” en la RAE sea “el conjunto de las mujeres”. Nos hemos acostumbrado a pensar siguiendo unos estereotipos que fueron desarrollados por hombres. Nos hemos tragado eso de que si eres guapa llegarás a algún lado, pero si eres inteligente no. Hemos creído que limpiar, cocinar y cuidar niños es lo único a lo que podemos aspirar en la vida. E incluso hasta hace relativamente poco ninguna mujer era realmente dueña de su propio cuerpo.
Fotografía: Debi Hasky
No entiendo que creyéndonos tan avanzados como nos creemos, tan tecnológicos, tan digitales, y tan superhombres, aún no hayamos conseguido erradicar el problema de la desigualdad de nuestras vidas. ¿Por qué somos tan listos para solucionar cosas materiales, y nos volvemos tan tontos cuando se trata de solventar problemas humanos? Cómo puede ser que, hoy en día, mujeres españolas que han estudiado en las mismas universidades que los hombres y que han recibido su misma educación, cobren un 23% menos que ellos. ¿Por qué solo un 37% de mujeres llega a altos cargos directivos? Si al parecer somos tan buenas organizando una casa, ¿por qué no vamos a serlo dirigiendo una empresa?
Fotografía: Vía Pinterest
Pero lo que entiendo menos es por qué se felicita el Día de la Mujer, yo soy mujer todos los días y no necesito que me feliciten por ello. El Día de la Mujer es un día de reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres, no de celebración. Si lo fuese, también debería haber un día en el que felicitásemos a los hombres por ser hombres, y no es el caso. Lo cierto es que si a los humanos se nos juzgase por la forma de nuestro corazón y no por nuestro sexo, no haría falta que existiese un día que reivindicase los derechos de la mujer, porque todos tendríamos los mismos y no haría falta luchar por ellos.
¡Así que lo dicho, que se note que está jugando una mujer!
Elena Martín López
Elena Martín López