Querido compañero del pasado:
Hoy me disponía a entregarte una postal desde el otro lado del mundo, a miles de kilómetros de distancia y con unas horas de diferencia, para desearte un “feliz día de nacimiento”, como dicen en las Américas.
Hoy me disponía a entregarte una postal desde el otro lado del mundo, a miles de kilómetros de distancia y con unas horas de diferencia, para desearte un “feliz día de nacimiento”, como dicen en las Américas.
Quería hacerte algo especial para no romper con las tradiciones, pero de tanto pensar en cómo iba a envolver el regalo, se me han acabado las ideas, y eso que contigo se me ocurrían ideas de bombero en cualquier momento. Nuestra relación fue un poco de película, quizá es por eso que nos gustaba tanto ir al cine. Con unas palomitas extra grandes y una Coca Cola bien cargada, nos metíamos en la sala para adentrarnos en las vidas los protagonistas cuando en realidad, nosotros protagonizábamos las mejores escenas.
No pasábamos demasiado tiempo juntos, pero juntos se nos pasaba el tiempo volando, y éramos expertos en aguantar hasta el amanecer para ver salir el sol.Por irnos, se nos iban la olla, la sartén y los platos. No teníamos medida cuando se trataba de pasarlo bien. En las noches de verano, las estrellas eran nuestras mejores vistas, y los barcos nuestros grandes aliados. En época de frío, caducamos las sesiones de peli y manta.
Aunque no discutíamos mucho, chincharnos se nos daba de vicio. Eso sí, después de la tormenta llegaba la calma, y nuestros enfados iban seguidos de las mejores reconciliaciones. Nos gustaba aprendernos las letras de nuestras canciones favoritas. Dado que la música está tatuada en mi piel, yo te dedicaba mis composiciones tocando la guitarra en algún local de Madrid, donde apostaba mis copas a que te volverías a enamorar de mi.
No éramos mucho de ir a fiestas juntos, pero juntos nos montábamos las mejores fiestas. Sólo nos hacía falta tener un buen plan y un coche en dirección a la locura. Aunque no nos gustaba la idea de sonreír ante las cámaras, le sonreíamos a la vida y ella lo hacía de vuelta. Tampoco teníamos filtros, aunque no se viera reflejado en nuestras fotos de Instagram.
Nos queríamos “hasta la luna y de vuelta” y “hasta el infinito y más allá”. Nos vestíamos de incógnito ante el resto del mundo, y sólo nos quitábamos la ropa ante las cuatro paredes de cualquier habitación que era testigo de nuestro amor. Éramos muy diferentes, casi tanto que de no haber sido por la brisa del sur, no se hubieran cruzado nuestros caminos. Tú tan clásico y yo tan indie. La pareja más extraña del planeta. Por eso decidimos mudarnos a una galaxia desconocida, para no tener que dar explicaciones a nadie.
Nos hacíamos regalos de vez en cuando y en las ocasiones más especiales, aunque los mejores eran aquellos para los que no hacía falta gastarse ni un euro. Las sorpresas eran esa constante que mantenían la llama encendida. Aunque ya no sé si era la llama del amor o la de un fuego desconocido que te gustaba prender. En realidad, prefiero pensar que lo nuestro fue real en lugar de creer que fue ciencia ficción.
El caso es que quería mandarte esta postal, pero como al entregártela estaba en juego algo más importante que unos céntimos de mi cartera, he preferido no hacerlo. Así que, estés donde estés, independientemente de si me lees o no, hoy, querido compañero del pasado, te deseo un feliz cumpleaños y un mejor viaje al futuro.
Carlota Mad